domingo, 27 de julio de 2008

17. LA OTRA, EL OTRO

ARRÍMASE a él con esa dejadez perezosa de enamoramiento estival, liando su cuerpo con el suyo, colmada de plácemes, llena de ilusión presunta y dadivosa lascivia.
Surtir esa fuente casi agostada por la espera, es para él ennoblecerse, nunca un yerro.
Con llaneza le dice “te amo” y se retracta en su fuero íntimo de equívocos y evocaciones inútiles.
La absolución viene con el hechizo. Abstraído en ella renuncia a lo otro, a aquello figurado, esa trama de necedades y escape, razón justa de enojo, la otra.
Hastío no había en aquello, sólo ruindad por lo fingido, a sabiendas transitorio. Concluido ahora, él pugna por el rescate del ánima. El alma se inflama del ahora, cuando ella lo arrulla, le musita, emplaza, sugiere, doblega. En el vértigo puede ser decapitado. En el retardo, volver a la acequia.
Así que acepta; descifra las claves simultáneas que ella, engalanada de cabellos y flores, diligente y presurosa de mohines y arremetidas suaves, le da.
Se disipa la sombra de ayer. Nada ya lo amedrenta.
Y responde. Imperioso. Cierto de sí.
Sólo que ella –ella– hermosa, infausta, reminiscente, vengativa, está pensando ahora en él, su él, el otro.

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